Antonio Herrera Ortiz,En busca del Hermano Cirilo.Parte (12)
Tanto el arquitecto que realizó la capilla = Antonio Illanes del Río (1883-1973)
como el autor de los medallones Antonio Cano Correa (1909-2009)
son personajes vinculados a Sevilla a los que hacemos referencia .
Los tres medallones situados sobre la puerta de la capilla (de izquierda a derecha: fe, caridad y esperanza), dan un aire románico, con una belleza serena, armoniosa, equilibrada.Las composiciones, están basadas en formas esquematizadas y geométricas, con un concepto moderno, de formas angulosas, líneas rectas y en zigzag, y sobre todo triángulos perfectos.El ropaje se dispone en formas rígidas y angulosas, siguiendo la misma ordenación geométrica. Este esquematismo que poseen las figuras, hace que desaparezca su expresión particular, rígido.
Antonio Cano, el autor de los medallones, nació el 4 de febrero de 1909 en Guájar Faragüit, pueblo de la cornisa mediterránea Granadina. Sus padres, de origen campesino, se trasladan al año siguiente a Granada capital. Falleció El 3 de julio de 2009. Fue el arquitecto que llevó a cabo el monumento sevillano de Elcano (Glorieta de Marinos Voluntarios).
Antonio Illanes del Río (1883-1973), fue un arquitecto sevillano que desarrolló la mayor parte de su vida profesional en los años centrales del siglo XX. Nacido en Umbrete en el seno de una familia con propiedades agrícolas, pertenecía a la clase media acomodada sevillana. Estudió arquitectura en Madrid, donde destacó como dibujante, en un momento de fuerte presencia sevillana en que se gestaba la última generación de los arquitectos regionalistas. Su hermano, José Luis, fue un destacado político de la derecha local sevillana, que llegó a ser Diputado a Cortes por la CEDA durante el período republicano.
Los relieves de los tres medallones, que representan las Virtudes teologales, fueron realizada por Antonio Cano en piedra caliza de Pedrera en 1967, de unos 1,50 m de diámetro para cada uno.Tales medallones fueron resueltos con un mismo concepto escultórico y análoga composición. En la vertical del círculo de los tres medallones, se encuentra centrada, la figura de una mujer sentada en posición simétrica = La Virtud.
La caridad, tiene apoyado sobre su pierna izquierda un niño desvalido, y sobre su mano derecha, una casa que simboliza el hogar de acogida. La composición se complementa con dos cabezas de querubes debajo de su brazo derecho.Este medallón difiere de los otros dos, en cuanto a composición, ya que no es una sola figura, ya que tiene un niño entre sus brazos, por lo que el artista lo coloca en el centro de los tres relieves, para equilibrar de esta manera el problema compositivo.
La figura de la fe, tiene los ojos tapados como símbolo de la fe ciega, y entre sus brazos sostiene el cáliz que representa la Sangre de Cristo. La túnica es ajustada y el manto se pliega caprichosamente, para conseguir con sus ángulos y planos, rellenar el círculo. La composición se complementa con tres cabezas de querubines a cada lado.
La esperanza sostiene en su mano derecha el ancla de la salvación, y en la mano izquierda, una rama de estilizadas flores, símbolo de la paz. La composición se equilibra con el paño colocado detrás del ancla, y de su brazo derecho, y con dos cabezas de querubines debajo de su brazo izquierdo.
Cómo nos “reclutaron” para ser Marista y sus Cursillos
Cierta tarde de mayo/65, llegó a mi colegio marista, un Hno. regordete, de tez muy blanca, de nombre raro para mi pueblo sevillano de Sanlúcar la Mayor (era el Hno. Ladislao González, burgalés) preguntándonos literalmente qué queríamos ser de mayores. Yo, niño de 7, recién hecha mi Primera comunión, alumno de el Hno. también burgalés Fernando Ballorca, en primero o segundo de Primaria, puse que... ¡Hermano Marista!. Y es que había observado a los jóvenes Hnos. (a los Hnos. Juan Antonio Guerrero, Fernando Ballorca y Gregorio de Pedro, que tenían veintipocos años) hablar bajito, pronunciar muy bien las eses y las jotas (antes no había televisión que nos intentara uniformar a casi todos), rezar con fervor, obedecer pronto, apuntar las notas con un lápiz afiladísimo y cuidar y querer a un niño como yo sin exigirme nada, sintiéndome atraído a ser como ellos eran.Entre los tres, cada uno durante algún curso de la Primaria, me prepararon para los consabidos cursillos veraniegos pre-junior, en ortografía, redacción y lectura. Como en aquel tiempo no había biblioteca alguna en el colegio, ellos me proporcionaban libritos de la mini colección Ardilla y desde entonces data mi amor voraz por la lectura y mi gozo en escribir y compartir alguna vivencia.
De esta novelita,
me acuerdo perfectamente,
pues incluso nos la leyó el Hno.,
profesor de la clase,
ya que obtuvo mucho éxito.
me acuerdo perfectamente,
pues incluso nos la leyó el Hno.,
profesor de la clase,
ya que obtuvo mucho éxito.
A los Hnos. Juan Antonio Guerrero, Fernando Ballorca y Gregorio de Pedro, y al H. Cirilo, debo inicialmente mi experiencia de seis años de juniorado, desde Robledo a Castilleja (desde 1969 a 1973) pues desde siempre, aún sin saberlo jamás ellos, los llevo en mi corazón, ya que por ellos comencé una aventura marista, que aún, por lo que se ve no ha terminado en mi vida. En otro lugar (Burgos), el Hno. Ladislao, que siempre viajaba por toda España con un imposible Citroen Dos Caballos, a veces tenía encuentros que duraban varios días con pre-juniores o con los padres de los chavales que querían ser maristas. Varios años más tarde, tomó el relevo de Ladislao, el Hno. Lucinio (Paulino) Pérez, excelente conductor y buen conversador, que ha estado viviendo en el Colegio de Sanlúcar.
Estuve en dos cursillos pre junior: En el magnífico colegio marista de internos de Jaén capital (Colegio Marista Ntra. Sra. de la Capilla) y en Ogíjares (a 7 km de Granada), junto con 12 chavales de Sanlúcar, que al año siguiente ya habían bajado a la mitad. En el primer cursillo, lo pasé mal, porque era la primera vez que salía fuera de casa y aquellos 21 días me parecieron 21 meses, pues las jornadas transcurrían extremadamente lentas. También, como nos daban clases de un nivel de 1º de bachiller, sentía el estrés de quien no domina las materias pues yo sólo había aprobado 3º de primaria, con el H.Cirilo.Lloraba, pero no en la cama de noche que hubiera sido lo normal, sino cuando cantábamos por la tarde, las canciones que nos enseñaba el Hno. Ladislao, tanto para las misas como para las veladas después de cenar, pues al cantar todos, nadie se daba cuenta de las lágrimas mías. De esa manera, llegué hasta caer enfermo de anginas. Entonces, llegó el Hno. enfermero a tomarme la temperatura a la cama, en dormitorios parecidos a los de Ogíjares, y mi sorpresa fue total, cuando me puso el termómetro en ¡el culo! (a los años, a mis hijos pequeños, yo les he puesto el termómetro en tal lugar, pues es el idóneo para saber la temperatura corporal exacta). Por eso, procuré restablecerme cuanto antes, ya que me daba mucha vergüenza, no sin antes corretear en pijamas, secretamente, por todo el colegio, hasta romper una jarra de limonada en una correría tras un murciélago que se había colado en el dormitorio.
Con mis 7-8 años, en este primer cursillo, aprendí una cosa, que luego me valió para los seis años alejados de la casa de mis padres, para todo momento de mi vida, mili, dificultades, fracasos e, incluso, jolgorios: Que todo pasa.Al año siguiente (junio/1967), llegué a Ogíjares. Pero, con 8 años, yo ya tenía “profunda” experiencia de la vida y me lo tomé con otra filosofía, disfrutando de cuantas cosas bonitas se me ofrecían por los Hnos: Los fuegos de campamentos, los juegos, la piscina, la sonrisa perenne del Hno. Ladislao...
Como yo había aprobado mi curso de 4º de primaria, no me agobié y lo que hacía era leer los cuentos que abundaban en el libro de literatura y sólo aprobé una asignatura novísima para mi como era la de ciencias naturales. Pero, me escogieron para junior, sólo que yo tendría que ir a Ogíjares y Herrero, el otro sevillano iría a Robledo de Chavela (Madrid). Pero a mi lo de Madrid me sonaba más exótico, además que mi madre había estado un par de años trabajando en la capital de España antes de casarse, y así pedí irme con Herrero y esta, creo, que fue la mejor decisión.
Nuestro primer viaje al juniorado de Robledo
En estos primeros meses del juniorado (setiembre-Navidad-1967), teníamos asiduos contactos por escrito con los Hnos de Sanlúcar, especialmente con el H.Cirilo y con el H.José Antº Guerrero, pues nos acordábamos de nuestro pueblo, de nuestras familias.Al tener la inmensa suerte de ser elegidos como junior, como alumno de un seminario menor marista, era apremiante que nuestros padres nos preparasen con muchísima fatiga, pues la mayoría de nuestras familias eran de extracción humilde, el ajuar para todo un año, que en una maleta y algunas bolsas nos deberíamos llevar.Se preparaba en base a una lista que el Hno. Ladislao enviaba y de la que sólo recuerdo el par de juegos de sábanas, el juego de cubiertos, las zapatillas de lona para el deporte y... un bañador azul marca Meyba, que serviría también como calzonas deportivas. Asimismo, se nos asignaba un número, que nuestras madres tenían que coser a cualquier prenda, pues por él, cuando entregáramos la ropa para lavarla se podría saber de quién era. Mi número era el 316, pues aunque los de Robledo comenzaban por el nº 1, yo, en principio debería haber ido a Ogíjares, que allí continuaba por el nº 200, aproximadamente. De manera, que el cartón con mi número era el último que se ponía sobre la última cama del dormitorio grande de Robledo.
Herrera y Herrero, junto fachada de capilla Sanlúcar, navidad 1967,al hacer una visita al H.Cirilo para felicitarle.Ya estábamos en Robledo desde setiembre/1967, en el Juniorado Champagnat.
No recuerdo el día, la noche exacta en que salimos en el tren expreso de las 23 horas, desde la Estación de Plaza de Armas de Sevilla. Con mi compañero Herrero y yo, iba el Hno. Benito Hinojal, profesor de 2º en Robledo. Sería un día a mediados del mes de setiembre/1967 (yo tenía 9 años)Llevaba una maleta y media (otra maletita pequeña) de paño a cuadros verdes, atadas con una cuerda de plástico, que había preparado íntegramente mi padre. Al llegar a Córdoba, el Hno. se bajó del tren y nos compró una botella de agua, pero de gas, que yo nunca había probado y que medio dormido me supo a rayos.Cuando llegamos a Atocha (Madrid), a eso de las 9 de la mañana, nos esperaba el Hno. director, Florencio Garatea (que fue sanitario durante la guerra en Sevilla) que después de un café con leche nos acompañó definitivamente a Robledo, o mejor dicho, a la Colonia de Robledo de Chavela, donde estaba situado el Juniorado Champagnat, a muy pocos metros de la estación de ferrocarril, línea Madrid-Burgos-Irún.Nada más bajar del tren de cercanías, con mi nerviosismo, con mis 9 años, percibí tres cosas, que aún recuerdo nítidamente: Primero, el olor penetrante a pinos, jaras y monte. Lo segundo, una algarabía de chillidos de muchachotes que jugaban en los frontones y canchas del juniorado. Y, tercero, el edificio de piedra, de granito gris y el ciervo y la cruz dibujada cerca de la techumbre.
“Detrás de la ventana
me he visto desgranando, uno a uno,
los días de mi infancia.
He vuelto de la escuela
como si regresara de la vida…
me he visto desgranando, uno a uno,
los días de mi infancia.
He vuelto de la escuela
como si regresara de la vida…
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Próximamente
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Del ‘Testamento espiritual’ de S. Marcelino Champagnat
(Constituciones de los Hermanos Maristas,
Ojalá se pudiera afirmar de los Hermanitos de María :
«mirad como se aman».
Gracias por visitar nuestros blogs,
Próximamente
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Del ‘Testamento espiritual’ de S. Marcelino Champagnat
(Constituciones de los Hermanos Maristas,
Ojalá se pudiera afirmar de los Hermanitos de María :
«mirad como se aman».
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